"Una parte muy importante de la comunicación del recién nacido con sus padres ocurre a través del tacto. El recién nacido dispone de unos cincuenta receptores del tacto por centímetro cuadrado de piel (unos cinco millones en total). Entre ellos hay receptores a la presión, al dolor, a la vibración y a los cambios de temperatura.
Con solo tocar a su hijo la madre es capaz de conseguir que éste pase del llanto o de la alerta inquieta a estar tranquilo. Es el poder de las caricias. Cuando le toma en brazos, siente esa presión agradable, firme pero cariñosa, el calor de su madre, en definitiva, su amor, a través de su piel.
El tacto es un sistema de mensajes entre el bebé y sus padres. Las caricias suaves, como palmaditas lentas, ejercen un poderoso efecto calmante sobre el bebé inquieto; las rápidas, un efecto estimulante si el bebé está tranquilo o adormilado. El padre tiende a tomar a su hijo en brazos con más vigor que la madre y suele zarandearlo suavemente, obteniendo una expresión de felicidad y de excitación en su pequeña cara.
En las manos y alrededor de la boca es donde más se concentran los receptores táctiles de los recién nacidos, que se chupan el puño porque la succión de éste con los labios (muy ricos en receptores táctiles), les calma. Si les rozas las mejillas, se giran hacia el estímulo abriendo mucho la boca: es el reflejo de búsqueda. Y con los labios succionan el pecho materno mientras sus manitas lo acarician y abrazan (...)
(...) Los recién nacidos son capaces de sentir bienestar y desesperación, frío y calor, hambre y saciedad, y de sentirse desprotegidos o completamente seguros, abrazados y queridos. Viven sólo el presente. Sienten sólo el presente. No tienen pensamientos racionales, pero sí memoria emocional. Los recién nacidos se encuentran bien o mal, no tienen término medio, porque no saben autorregularse ni calmar su estrés o su angustia por sí mismos. Su objetivo es estar a gusto, confortables, éste es el sentimiento básico adecuado para los bebés. El lugar que cubre estas expectativas es el cuerpo de su madre, donde puede satisfacer sus necesidades básicas (calor, alimento y protección) y que contribuye adecuadamente a su desarrollo físico y emocional.
Piel con piel, el bebé reconoce el aroma de su madre, oye el latido de su corazón y se mantiene caliente, todo ello muy parecido a las sensaciones que percibía en el vientre materno. No es extraño que muchos recién nacidos se tranquilicen y se duerman profundamente cuando los colocamos en contacto piel con piel.
Si su madre les deja, no pueden sentir que volverá enseguida (desconocen el después, viven en el eterno ahora) y el mundo se vuelve un lugar inhóspito."
Fragmento extraído del libro "El poder de las Caricias, Crecer sin lágrimas", de Adolfo Gómez Papí.
Este libro, editado en 2010, está recomendado por La Liga de la Leche. Nosotros también recomendamos fervientemente su lectura desde el mismo embarazo, puesto que habla sobre temas muy importantes desde el período de gestación, ampliando la información en la etapa del recién nacido, la cuarentena, lactancia o reincorporación al trabajo, entre otras...
Según este nueva corriente, cada vez más generalizada, se tiene más en cuenta al recién nacido, y no las pautas conductistas que, desgraciadamente, siguen tan presentes actualmente. Es esencial el contacto con nuestro bebé para su correcto desarrollo físico y emocional.
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